A dos días de que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) inicie un paro nacional de 48 horas, el corazón de la Ciudad de México ya empieza a blindarse con vallas metálicas. Lo que se avecina no es una semana cualquiera: maestros, jóvenes y ciudadanos se preparan para salir a las calles por motivos distintos, pero unidos por una misma sensación de hartazgo.
La CNTE, un sindicato histórico que agrupa a maestros disidentes del sistema educativo, anunció que suspenderá labores los días 13 y 14 de noviembre. Reclama al gobierno federal la reinstalación de las mesas de diálogo y el cumplimiento de acuerdos firmados meses atrás. Su lista de demandas incluye la abrogación de la Ley del ISSSTE de 2007, mejoras salariales, basificación de docentes eventuales y una revisión integral del sistema de pensiones.
En estados como Oaxaca, Michoacán, Chiapas y Guerrero, la suspensión de clases ya está confirmada. En la capital, los contingentes comenzarán a llegar este miércoles por la noche para instalarse cerca del Zócalo, donde las autoridades colocaron vallas alrededor del Palacio Nacional y de edificios históricos.
El gobierno de la Ciudad de México explicó que la medida busca “proteger el patrimonio y garantizar la seguridad” ante las múltiples movilizaciones programadas para los próximos días. Sin embargo, en redes sociales la decisión ha sido criticada por sectores que la interpretan como un intento de “amurallar” el diálogo social.
Y mientras los maestros preparan su paro, otro movimiento empieza a tomar fuerza: el de Generación Z México, un colectivo juvenil que convocó a una marcha para el 15 de noviembre. Su principal consigna es la justicia por el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, pero también piden medidas más firmes contra la violencia y, en algunos sectores, incluso la revocación de mandato de la presidenta Claudia Sheinbaum.
La presidenta ha respondido con cautela, aunque no sin controversia. En recientes declaraciones, cuestionó la autenticidad del movimiento y sugirió que podría haber intereses partidistas detrás. “No es un movimiento genuino de jóvenes”, dijo, lo que encendió un debate nacional sobre el papel de las nuevas generaciones en la protesta pública.
Hasta ahora, no existen pruebas verificables de que la CNTE actúe como grupo de choque del gobierno o que tenga relación directa con Morena. Sin embargo, la coincidencia de fechas —el paro del magisterio y la marcha juvenil— ha despertado especulaciones sobre posibles estrategias de contención o coincidencia política.
Por ahora, México está en pausa expectante. Los próximos días pondrán a prueba la capacidad del gobierno para dialogar y de los movimientos sociales para hacerse escuchar sin caer en confrontaciones. Lo que ocurra entre el 13 y el 15 de noviembre podría marcar un nuevo punto de inflexión en la relación entre ciudadanía y poder.
Detrás de las marchas y las vallas, lo que se juega no es solo una reforma o un mandato: es la confianza en que aún es posible hablarse sin miedo, disentir sin violencia y construir sin derrumbar los puentes que todavía nos quedan.
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